Adiós abril, nos vemos el año que viene.
Ideas, frustraciones, delirios, agonía, dolor, amor, vida, muerte... Cada entrada tiene su significado, intenta buscar el que creas más conveniente.
martes, 3 de mayo de 2011
¿Ha llovido?
La fría lluvia baña toda la ciudad, las nubes envuelven al Sol, ahora los rayos que puedo ver son hilos grises que adornan el paisaje urbano. Veo un estallido de luz, como un guiño, mientras espero impaciente en mi cama el potente rugido de la naturaleza, un ruido ensordecedor que hace temblar los cristales, como si el cielo se hubiese desquebrajado. Todos los corazones estremecidos, miedo, tensión, angustia y pánico. A pesar de ello, yo sigo en mi habitación, mirando el cielo por la ventana, sintiendo el poder de la naturaleza, sintiendo la energía terrestre y disfrutando de cada una de las gotas que golpean el cristal de mi ventana. El viento sopla cada vez con más intensidad, las balas cada vez golpean con más fuerza la paredes y los estallidos son más numerosos y violentos. Llega un momento en el cual algo dentro de mi cambia y empiezo a conectar, tirado en mi cama, rodeado de ruido, miles de millones de gotas chasquean al chocar contra todas las superficies, diferentes sonidos se mezclan formando una unisona melodía irrepetible que va cambiando de intensidad. Cada vez más ruido, cada vez más vibraciones, cada vez más respeto. El sonido me envuelve, me rodea, me amordaza suavemente, me calma, me tranquiliza, me seda. Cierro los ojos, puedo sentir dentro de mi cabeza el eco de cada partícula, mi pecho actúa como caja de resonancia, noto las vibraciones en él. Una especie de escalofrío recorre la parte trasera de mi cuello. Mi respiración es pausada, pero mi corazón cabalga a un ritmo frenético. Tumbado en la cama, todo se comienza a calmar fuera. Las cenizas de la tormenta aun siguen posándose delicadamente sobre mi tejado, cada vez con menos intensidad, hasta que el silencio vuelve a reinar en mi habitación. ¿Por qué no duró más?, me pregunto. No entiendo el por qué, es más, ni si quiera conozco el por qué, pero siento tanta admiración por las tormentas que a veces desearía apagarme como una de ellas.
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