miércoles, 18 de mayo de 2011

Sigue

   Se nos entrega una vida, con la condición de que algún día tengamos que pagar con nuestra muerte el precio incalculable del tiempo que hemos recibido. Todos los días, millones de nacimientos, millones de muertes, millones de emociones, millones de enfermedades, millones de experiencias. Algunas buenas, otras neutras y otras tantas malas, convierten cada día en único. Me parece justo aceptar la muerte a cambio de tanta vida, es más, me parece que siempre salimos ganando los mortales y no la parca. Está bien, acepto mi muerte, ¿es suficiente con eso?. No amigo, tienes que aceptar toda la muerte, toda la devastación, la de tus seres queridos, la de tus amigos, la de tu alma gemela, la de tus vecinos... No estás tan convencido ahora, ¿verdad?, pues sabes que toda la vida presenciaras la marcha de todos tus allegados. Forma parte del contrato, seguir adelante. Siempre he tenido un enorme y profundo respeto hacia aquellas personas que logran superar estos momentos difíciles manteniendo la entereza y luchando por los suyos. Aun así es inevitable caer rendido de dolor y mostrar al mundo tus sentimientos más humanos y las angustiosas lágrimas que produce la marcha de un ser querido. Pero no pienso quedarme anclado, no pienso permanecer inmóvil ante tu lápida contemplando como se consume mi tiempo. Abandonaré campo santo sin mirar atrás, actuaré del modo en el que sé que tengo que actuar, no me importa lo que hice antes, ahora las cosas han cambiado, me adaptaré a las consecuencias porque no pienso abandonaros, porque quiero daros la vida que os merecéis. Él así lo quiere, luchará por ello y no estará solo en esto, pues todas nuestras firmas están en el mismo papel, no podemos incumplir el contrato.


No creo que leas esto nunca, pero desde aquí te mando mis ánimos. Para un amigo...

domingo, 8 de mayo de 2011

¿Dónde?

   Allí, donde todo el mundo quiere dirigirse, es donde nunca quiero estar. No me marcaré objetivos, pues no los requiero. Huiré de todos los caminos marcados y llenos de puntos negros, huiré de todas las rutas de navegación y de sus barcos encallados, huiré de las vías que acompañan a los trenes descarrilados, huiré de todo lo común, os dejo a vosotros los mapas, la brújula y las vías. Caminaré sin rumbo de esa mano, sin poner la mirada en un punto fijo del horizonte, pero siempre con los pies en la tierra, me fiaré del instinto y me dejaré llevar como un alud arrasador abrazado por dos colosales montañas. Descubriré nuevas situaciones y destruiré cualquier obstáculo que se interponga en mi marcha aleatoria. Haré lo que quiera, cuando quiera, donde quiera y como quiera. Visitaré todas las ciudades del mundo, hablaré todos los idiomas, unificaré todas las religiones. Sin dirección, sin orientación, borraré los puntos cardinales de mi mente, me mezclaré con el viento y las corrientes oceánicas y cambiaré el lugar por el cual el Sol se alza y se oculta. Perdido en el mundo, sin nadie que me diga que dirección tomar, sin nadie que me de consejos, sin nadie que me advierta de los peligros. Caminaré eternamente hasta encontrar el mejor sitio para descansar y lo convertiremos en el nuevo lugar al que todo el mundo querrá dirigirse.


Y ahora a dormir, ¿por qué cojones me viene la inspiración a estas horas?.
 Lo mismo es porque ya estoy soñando...

jueves, 5 de mayo de 2011

Caspa

   Este soy yo, bienvenido a mi, bienvenido a mi puta vida. Eres bien recibido aquí, en mi eterna frustración, en mi castrada felicidad. Puedes verme retorciéndome de dolor en el sucio barro, no vengas a salvarme, no necesito ayuda. La agonía me consume y me pulveriza, convirtiendo mi alma en un leve soplido que se pierde en la inmensidad de este intenso viento que erosiona mi cuerpo. El turbio mundo me desola, me agita, me controla como a un jodido pez muerto le controla su río. Negro y gris es todo lo que veo, me hago a la idea pero desearía estar muerto el día en que todo sea negro. No queda más espacio para la esperanza en mi vieja mochila, bastante sufrimiento he causado ya, nunca me lo perdonaré. El maldito tiempo ya ha escrito esa melancólica historia que hace estremecer a mi corazón y me advierte del peligro que corro en esta miserable vida. Intento ir marcha atrás, pero las astillosas lanzas de madera apuntan directamente a mi pecho, no puedo cambiar el sentido de la corriente de este río. Cada vistazo que echo al pasado es una puñalada, he seguido los pasos que me indicaban una brújula sin aguja, orientándome con un mapa invisible. Ciego, he estado tanto tiempo ciego que había olvidado el color del cielo. Mudo, sin poder pertenecer a ese mundo al que tanto he deseado. No puedo ignorar nada, intento convencerme para hacerlo pero es irremediablemente cotidiano recordar el pasado. No he podido dormir en toda la noche, ni siquiera sé por qué me siento como una jodida mierda, ¿estaré enfermo?. Seguiré caminando, disfrutando de cada paso, exprimiendo al máximo todas las vivencias hasta que mis deterioradas piernas me hagan caer inmóvil. Seguiré adelante, por todas aquellas personas a las que les importo y tanto amo, porque siento que todavía no he empezado a vivir, ¡maldita sea, quiero vivir!. Quiero ser algo en este mundo, quiero significar algo para alguien y demostrar lo que alguien significa para mi. Para ello tendré que demoler cada muro que se me presente, perforar cada montaña que se interponga entre mi objetivo y yo. No pienso darme por vencido, el auténtico perdedor es aquel que se da por vencido, pienso pelear hasta el final, aunque mis puños estén ya demasiado ensangrentados y doloridos. Sepultaré el pasado y quemaré todo lo malo, aunque para ello tenga que destruir parte de mi vida.


martes, 3 de mayo de 2011

¿Ha llovido?

   La fría lluvia baña toda la ciudad, las nubes envuelven al Sol, ahora los rayos que puedo ver son hilos grises que adornan el paisaje urbano. Veo un estallido de luz, como un guiño, mientras espero impaciente en mi cama el potente rugido de la naturaleza, un ruido ensordecedor que hace temblar los cristales, como si el cielo se hubiese desquebrajado. Todos los corazones estremecidos, miedo, tensión, angustia y pánico. A pesar de ello, yo sigo en mi habitación, mirando el cielo por la ventana, sintiendo el poder de la naturaleza, sintiendo la energía terrestre y disfrutando de cada una de las gotas que golpean el cristal de mi ventana. El viento sopla cada vez con más intensidad, las balas cada vez golpean con más fuerza la paredes y los estallidos son más numerosos y violentos. Llega un momento en el cual algo dentro de mi cambia y empiezo a conectar, tirado en mi cama, rodeado de ruido, miles de millones de gotas chasquean al chocar contra todas las superficies, diferentes sonidos se mezclan formando una unisona melodía irrepetible que va cambiando de intensidad. Cada vez más ruido, cada vez más vibraciones, cada vez más respeto. El sonido me envuelve, me rodea, me amordaza suavemente, me calma, me tranquiliza, me seda. Cierro los ojos, puedo sentir dentro de mi cabeza el eco de cada partícula, mi pecho actúa como caja de resonancia, noto las vibraciones en él. Una especie de escalofrío recorre la parte trasera de mi cuello. Mi respiración es pausada, pero mi corazón cabalga a un ritmo frenético. Tumbado en la cama, todo se comienza a calmar fuera. Las cenizas de la tormenta aun siguen posándose delicadamente sobre mi tejado, cada vez con menos intensidad, hasta que el silencio vuelve a reinar en mi habitación. ¿Por qué no duró más?, me pregunto. No entiendo el por qué, es más, ni si quiera conozco el por qué, pero siento tanta admiración por las tormentas que a veces desearía apagarme como una de ellas.

Adiós abril, nos vemos el año que viene.